Leo y releo esta poesia de Claudia Lars ... es como si me leyera en ella a mi misma
Una vez canté con las voces secretas
y por eso conozco el vuelo de mi garganta.
Fue en el descanso de un recuerdo, de un presagio,
entre la gloria de ordenadas florescencias
y encima de mi propio corazón.
Cuando yo digo yo, quiero decir todos conmigo
-pluralizando mi frente y mis entrañas-
ya que un olor de angustia me anda debajo de las palabras
y ese apagado faro es el mismo que yo perdí.
Dirán que no me conocen y que divago en medio de los caminos
como la loca que juntaba querubines párvulos.
Gritarán que no han visto el bosque de las preguntas
ni oído el habla severa de la eternidad.
Pero yo soy lo humano -con esta boca y estos pasos-
y cada piel abatida envuelve mi propia substancia.
Lo que hay en mi crecer siempre crece en otras marchas
y juntos vamos al mismo aliento paternal.
Cambian los dioses sobre la fiebre de las plegarias
y los hijos del miedo tienen muros tan simples.
Es necesario que nuestros brazos se conozcan
y que alumbremos al dormido con este débil candil.
Dentro de mis pupilas hay un pórtico suave
y una frontera donde los verdes se recogen.
Aquí miro la yerba, la pared, el amante;
allá encuentro una clara vigilia
y las íntimas inquietudes que me dolieron,
seguras y pacientes, como el que sabe sonreír.
Creo que somos débiles reflejos;
tal vez la sombra de invisibles criaturas.
Conozco el espacio de mi tacto
y los sueños florecidos como el cerezo;
también las prisiones del abismo más hondo
y la fuga en alas de los pájaros.
¿No comprendéis que llegamos del olvido,
con ceniza de funerales y tallos de madres?
Me rodean las gentes para hablar de su heredad y de sus guerras,
pero nadie recuerda aquella patria feliz.
Donde vive el deseo se afirma la existencia
y quien ama esta avarienta morada
no debe llorar por las praderas que yo escojo.
Libres están mis dedos de sortijas
y no escondo los frutos, los objetos ni la piedad.
De paso estoy -lo señalo-
y no puedo encadenarme a una máscara.
Del otro lado de mi rostro me espera la antigüedad del espíritu
y una ciudad purificada a la que debo al fin subir.