jueves, 7 de agosto de 2014

Cuando nació mi alegría


Cuando nació mi Alegría, la alcé en brazos y subí con ella a la azotea de mi casa, a gritar:
- ¡Venid, vecinos! ¡Venid a ver! Porque hoy ha nacido mi alegría: venid a contemplar este ser placentero que ríe bajo el sol.

Pero fue grande mi sorpresa cuando ningún vecino mío acudió a contemplar mi Alegría.

Y todos los días, durante siete lunas, proclamé el advenimiento de mi Alegría desde la azotea de mi casa, pero nadie quiso escucharme.
Y mi Alegría y yo estábamos solos, sin nadie que fuera a visitarnos.

Luego, mi Alegría palideció y enfermó de hastío, pues sólo yo gozaba de su hermosura, y sólo mis labios besaban sus labios.

Luego, mi Alegría murió, de soledad y aislamiento.
Y ahora sólo recuerdo a mi muerta Alegría al recordar mi muerta risa. Pero el recuerdo es una hoja de otoño que susurra un instante en el viento, y luego no vuelve a escucharse más.

EL LOCO .- GIBRAN J. GIBRAN Cuando nació mi tristeza


Cuando nació mi Tristeza, le prodigué mil cuidados, y la vigilé con amorosa ternura.

Y mi Tristeza, creció como todos los seres vivientes, fuerte y hermosa y llena de maravillosas gracias.

Y mi Tristeza, y yo nos amábamos, y amábamos al mundo que nos rodeaba. Pues mi Tristeza era de corazón bondadoso, y el mío también era amable cuando estaba lleno de Tristeza.

Y cuando hablabamos, mi Tristeza y yo, nuestros días eran alados y nuestras noches engalanadas de sueños; porque mi Tristeza era elocuente, y mi lengua también era elocuente con la Tristeza.

Y cuando mi Tristeza yo cantabamos juntos, nuestros vecinos sentábanse en la ventana a escucharnos; pues nuestros cantos eran profundos como el mar, y nuestras melodías estaban impregnadas de extraños recuerdos.

Y cuando caminábamos juntos, mi Tristeza y yo, la gente nos miraba con amables ojos, y murmuraba con extremada dulzura. Y también había quien nos envidiaba, pues mi tristeza era noble, y yo me sentía orgulloso de mi Tristeza.

Pero murió mi Tristeza, como todo ser viviente, y me quedé solo, con mis reflexiones.

Y ahora, cuando hablo, mis palabras suenan pesadas a mis oídos.

Y cuando canto, mis vecinos no escuchan mis canciones

Y cuando camino solo por la calle, ya nadie me mira.

Sólo en sueños oigo voces que dicen compadecidas: "Mirad, allí yace el hombre al que se le murió su Tristeza".