Cuando la soledad
se me volvió un rito sin sentido,
desdeñé la vastedad del universo.
Despejé océanos
para abrirme caminos
que mutaran
las viejas formas de sal
que ataban
mi mano y mi palabra.
Olvidé planetas y estrellas ilusorias
y volví entre sombra de musgos
y rocas silenciosas.
Terrestre,
me nacieron espadas;
una fierecilla silvestre
nació de mis espinas
y entre la arena turbia
recordé la lejanía de los astros.
Cuando la soledad
se me volvió un rito sin sentido,
y el mar y el universo
me negaron su sal y sus estrellas,
desembarqué en este pequeño recodo
donde abril come astros
a falta de miel y primaveras
que alimenten la rosa
de sus días…
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