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domingo, 25 de diciembre de 2016
domingo, 18 de diciembre de 2016
Canción de Amor lejano .-Jose Angel Buesa
Ella no fue entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más, y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene mas reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre la llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más ... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más, y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene mas reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre la llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más ... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
domingo, 13 de noviembre de 2016
Gabriela Mistral: Desolación (1922)
Canción de los que buscan olvidar
Al costado de la barca
mi corazón he apegado,
al costado de la barca
de espumas ribeteado.
Lávalo, mar, con sal eterna;
lávalo, mar, lávalo mar.
que la Tierra es para la lucha
y tú eres para consolar.
En la proa poderosa
mi corazón he clavado.
Mírate barca que llevas
el vértice ensangrentado.
Lávalo, mar, con sal tremenda,
lávalo, mar, lávalo mar
O me lo rompes en la proa
que no lo quiero más llevar.
Sobre la nave toda puse
mi vida como derramada!
Múdala, mar, en los cien días
que ella será tu desposada.
Múdala, mar, con tus cien vientos.
Lávala, mar; lávala, mar,
que otros te piden oro y perlas,
y yo te pido el olvidar!
viernes, 12 de agosto de 2016
Luz de Invierno.- Armando Uribe
Luz de invierno, rocío de papel, agua sucia,
ciega terrosa luz que me impide cantar,
tengo el triste prefacio del invierno leído
desde el día más dulce del tiempo, que no existe.
Y es temblar sin señales de temor
es mirarte a la cara con los ojos cerrados;
todo el día se pasa en respirar tu ausencia
que me pierde en palabras que no existe, o versos
jueves, 30 de junio de 2016
Una vez canté con las voces secretas .- Claudia Lars
Leo y releo esta poesia de Claudia Lars ... es como si me leyera en ella a mi misma
Una vez canté con las voces secretas
y por eso conozco el vuelo de mi garganta.
Fue en el descanso de un recuerdo, de un presagio,
entre la gloria de ordenadas florescencias
y encima de mi propio corazón.
Cuando yo digo yo, quiero decir todos conmigo
-pluralizando mi frente y mis entrañas-
ya que un olor de angustia me anda debajo de las palabras
y ese apagado faro es el mismo que yo perdí.
Dirán que no me conocen y que divago en medio de los caminos
como la loca que juntaba querubines párvulos.
Gritarán que no han visto el bosque de las preguntas
ni oído el habla severa de la eternidad.
Pero yo soy lo humano -con esta boca y estos pasos-
y cada piel abatida envuelve mi propia substancia.
Lo que hay en mi crecer siempre crece en otras marchas
y juntos vamos al mismo aliento paternal.
Cambian los dioses sobre la fiebre de las plegarias
y los hijos del miedo tienen muros tan simples.
Es necesario que nuestros brazos se conozcan
y que alumbremos al dormido con este débil candil.
Dentro de mis pupilas hay un pórtico suave
y una frontera donde los verdes se recogen.
Aquí miro la yerba, la pared, el amante;
allá encuentro una clara vigilia
y las íntimas inquietudes que me dolieron,
seguras y pacientes, como el que sabe sonreír.
Creo que somos débiles reflejos;
tal vez la sombra de invisibles criaturas.
Conozco el espacio de mi tacto
y los sueños florecidos como el cerezo;
también las prisiones del abismo más hondo
y la fuga en alas de los pájaros.
¿No comprendéis que llegamos del olvido,
con ceniza de funerales y tallos de madres?
Me rodean las gentes para hablar de su heredad y de sus guerras,
pero nadie recuerda aquella patria feliz.
Donde vive el deseo se afirma la existencia
y quien ama esta avarienta morada
no debe llorar por las praderas que yo escojo.
Libres están mis dedos de sortijas
y no escondo los frutos, los objetos ni la piedad.
De paso estoy -lo señalo-
y no puedo encadenarme a una máscara.
Del otro lado de mi rostro me espera la antigüedad del espíritu
y una ciudad purificada a la que debo al fin subir.
Leo y releo esta poesia de Claudia Lars ... es como si me leyera en ella a mi misma
Una vez canté con las voces secretas
y por eso conozco el vuelo de mi garganta.
Fue en el descanso de un recuerdo, de un presagio,
entre la gloria de ordenadas florescencias
y encima de mi propio corazón.
Cuando yo digo yo, quiero decir todos conmigo
-pluralizando mi frente y mis entrañas-
ya que un olor de angustia me anda debajo de las palabras
y ese apagado faro es el mismo que yo perdí.
Dirán que no me conocen y que divago en medio de los caminos
como la loca que juntaba querubines párvulos.
Gritarán que no han visto el bosque de las preguntas
ni oído el habla severa de la eternidad.
Pero yo soy lo humano -con esta boca y estos pasos-
y cada piel abatida envuelve mi propia substancia.
Lo que hay en mi crecer siempre crece en otras marchas
y juntos vamos al mismo aliento paternal.
Cambian los dioses sobre la fiebre de las plegarias
y los hijos del miedo tienen muros tan simples.
Es necesario que nuestros brazos se conozcan
y que alumbremos al dormido con este débil candil.
Dentro de mis pupilas hay un pórtico suave
y una frontera donde los verdes se recogen.
Aquí miro la yerba, la pared, el amante;
allá encuentro una clara vigilia
y las íntimas inquietudes que me dolieron,
seguras y pacientes, como el que sabe sonreír.
Creo que somos débiles reflejos;
tal vez la sombra de invisibles criaturas.
Conozco el espacio de mi tacto
y los sueños florecidos como el cerezo;
también las prisiones del abismo más hondo
y la fuga en alas de los pájaros.
¿No comprendéis que llegamos del olvido,
con ceniza de funerales y tallos de madres?
Me rodean las gentes para hablar de su heredad y de sus guerras,
pero nadie recuerda aquella patria feliz.
Donde vive el deseo se afirma la existencia
y quien ama esta avarienta morada
no debe llorar por las praderas que yo escojo.
Libres están mis dedos de sortijas
y no escondo los frutos, los objetos ni la piedad.
De paso estoy -lo señalo-
y no puedo encadenarme a una máscara.
Del otro lado de mi rostro me espera la antigüedad del espíritu
y una ciudad purificada a la que debo al fin subir.
martes, 3 de mayo de 2016
el CANTO.- Gabriela Mistral
Una mujer está cantando en el valle.
La sombra que llega la borra;
pero su canción la yergue sobre el campo.
Su corazón está hendido, como su vaso que se trizó esta tarde
en las guijas del arroyo.
Mas ella canta; por la escondida llaga se
aguza pasando la hebra del canto,
se hace delgada y firme.
En una
modulación la voz se moja de sangre.
En el campo ya callan por la muerte cotidiana las demás voces,
y
se apagó hace un instante el canto del pájaro más rezagado.
Y su
corazón sin muerte, su corazón vivo de dolor, ardiente de dolor,
recoge las voces que callan en su voz, aguada ahora, pero siempre
dulce.
¿Canta para un esposo que la mira calladamente en el atardecer,
o para un niño al que su canto endulza?
¿O cantará para su propio
corazón, más desvalido que un niño solo al anochecer?
La noche que viene se materniza por esa canción que sale a su encuentro;
las estrellas se van abriendo con humana dulzura:
el cielo estrellado se humaniza
y entiende el dolor de la Tierra.
El canto puro como un agua con luz, limpia el llano,
lava la atmósfera del día innoble en el que los hombres se odiaron.
De la garganta de la mujer que sigue cantando,
se exhala y sube el día, ennoblecido, hacia las estrellas.
La noche que viene se materniza por esa canción que sale a su encuentro;
las estrellas se van abriendo con humana dulzura:
el cielo estrellado se humaniza
y entiende el dolor de la Tierra.
El canto puro como un agua con luz, limpia el llano,
lava la atmósfera del día innoble en el que los hombres se odiaron.
De la garganta de la mujer que sigue cantando,
se exhala y sube el día, ennoblecido, hacia las estrellas.
( cuadro La Lavandera de Mauricio Rugendas)
miércoles, 2 de marzo de 2016
Amor Antiguo .- Francisco Luis Ber´nardez
Amor antiguo, cuya sombra empaña
mi cariñosa propensión de ahora,
eres como una sombra de montaña
sobre el encendimiento de la aurora.
Amor antiguo, cuya pesadumbre
traba la agilidad de mi alegría,
eres la tiranía de la cumbre
contra la libertad del mediodía.
Amor antiguo, cuya voz sofoca
la nueva vocecita del cariño,
eres palabra de proyecta boca
en una boca inédita de niño.
Amor antiguo, cuyo sentimiento
hace caber el mundo en nuestro llanto,
eres el alma convertida en viento
y eres el viento convertido en canto.
Amor antiguo, cuya remembranza
cada amorosa perspectiva cierra,
eres esa emoción que sólo alcanza
quien se acuerda del mar desde la tierra.
mi cariñosa propensión de ahora,
eres como una sombra de montaña
sobre el encendimiento de la aurora.
Amor antiguo, cuya pesadumbre
traba la agilidad de mi alegría,
eres la tiranía de la cumbre
contra la libertad del mediodía.
Amor antiguo, cuya voz sofoca
la nueva vocecita del cariño,
eres palabra de proyecta boca
en una boca inédita de niño.
Amor antiguo, cuyo sentimiento
hace caber el mundo en nuestro llanto,
eres el alma convertida en viento
y eres el viento convertido en canto.
Amor antiguo, cuya remembranza
cada amorosa perspectiva cierra,
eres esa emoción que sólo alcanza
quien se acuerda del mar desde la tierra.
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